martes, 9 de julio de 2013

¿Cómo escogemos qué beber y dónde hacerlo?


Cada quien tiene una bebida favorita. ¿Pero qué nos hace preferirlas? ¿Están nuestros hábitos en materia de bebidas siendo manipulados en forma inconsciente? Beber es uno de esos pequeños placeres de la vida, una expresión de lo que deseamos, de nuestra libertad, pues claramente valoramos nuestro derecho a beber algo que nos gusta.

Las bebidas que elegimos generalmente no son de nuestra elección. Aún peor, a veces somos manipulados constante e inconscientemente para que bebamos algo que otro quiere que bebamos. Todo esto no lo comento por ser un borracho. Es una conclusión a la que he llegado tras varios años de disfrutar bebidas embriagantes, así como los lugares en los que pueden consumirse.



A primera vista, es difícil entender cómo puede deslumbrarnos el color de una bebida. La ginebra es transparente, la cerveza es color ámbar, el vino tinto es rojo. Basta observar las bebidas consumidas por la gente mientras se está en la alberca de un hotel Todo Incluido o en la playa… Muchos vasos contienen bebidas de distintos colores, predominando los azules o verdes. Supongo que los colores “fríos” son considerados más efectivos para satisfacer a un cuerpo sediento. Esto explica por qué muchas de las mezclas baratas y que ocasionan más resaca son azules o verde brillante.

Hasta el hecho de que el nombre de la bebida incluya un color nos atrae: “Pájaro azul”, “Azul eléctrico”, “Tequila bandera”, “Orgasmo de Pitufo” (servido en bares de Cancún, y me consta). De hecho, hasta la forma del vaso en que la cerveza o el vino son servidos influye en la velocidad con que bebemos. Un vaso curvado, como las famosas yardas, dificulta percibir cuánto líquido queda adentro, así como darse cuenta de cuándo se ha tomado más de la mitad. En consecuencia, bebemos más rápido. Los vasos cortos y anchos producen un efecto similar, por eso servimos más cantidad en ellos que cuando usamos copas o vasos delgados y altos.
 
 

En lo personal, me he inclinado por tomar directamente la cerveza en sus botellas, lo que facilita su conteo final, o por grandes vasos “de a litro”, que permiten saber más certeramente la cantidad de mililitros ingeridos.
 


El precio es otro elemento que podría estarnos jugando una trastada a la hora de elegir qué beber. Mientras más cara cuesta una bebida, más se elevan nuestras expectativas.

¿Apoco no?, nuestra apreciación de una botella de vino se ve afectada directamente por cuán costoso es. Parece natural: si pagamos más por una champaña esperamos que sepa mejor.

Ahora, hablando de los lugares, algunos locales lucen descuidados, apenas con un montón de mesas y sillas desperdigadas anárquicamente, pero que nos encantan por su “carácter” y originalidad. Otros responden a un diseño cuidadoso, más sofisticado, con videos y música. Los hay caribeños, mexicanos, tipo pubs, clásicas cantinas, en patios, palapas o hasta en estacionamientos. Esto no es casualidad, pues el ambiente de los sitios donde bebemos afecta cómo bebemos, y esto lo saben perfectamente dueños y diseñadores. Finalmente, estos lugares terminan gustándonos por lo que encontraremos en ellos: buen ambiente, agradable convivencia y “nuestra bebida favorita”.

Si de beber en casa se trata, entonces tendremos que ir al supermercado, licorería, o tienda de conveniencia más cercana por lo que se va a tomar. Si somos observadores, el alcohol siempre está colocado estratégicamente para llamar nuestra atención y ampliar nuestras opciones. Tampoco es casualidad que siempre esté cerca de los quesos y las carnes frías en los supermercados, o de los microondas y comida para llevar en tiendas más pequeñas.

De hecho, la manipulación ahora se está extendiendo a los niños, pues fabricantes de bebidas están añadiendo sabores alcohólicos a comidas destinadas a menores de 18 años: sueros bebibles sabor cerveza, chocolates envinados, helados, etc. La idea es que se familiaricen con el sabor para asociar así marcas con gustos, creando lealtad hacia marcas de alcohol, mucho antes de que se hayan iniciado en el campo de la bebida.

En fin. Considero que en todo esto, cada uno de nosotros, en edad adulta,  tiene el libre albedrío para decidir si consumir o no bebidas alcohólicas, cuáles y en qué cantidad, así como dónde y con quién hacerlo. Esta es una responsabilidad y elección personal, de nadie más. Así es de que, a disfrutarla y… ¡Salud!

 

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